Esta es la primera entrega de lo que hemos llamado “emociones eléctricas”. Los poemas en prosa que puedes leer en esta entrada los escribieron alumnos de 1º ESO en el curso 2011-2012, a partir del poema “El llanto eléctrico” de Raúl Vacas, en el libro Esto y E.S.O, que leímos y trabajamos a lo largo de todo ese curso en las clases de lengua de 1º ESO. Todos los que escribieron eran sin duda “electrizantes”, pero hemos tenido que hacer una pequeña selección. Espero que os traiga gratos recuerdos del curso pasado.
EL GRITO ELÉCTRICO
Hay algo de magnético en el grito. Como si una fuerza reventara en tu boca y el grito estallara en mil pedazos lleno de ira, y no quedara más remedio que gritar. Gritar por el odio, gritar por el hambre, por el frío, la ira, el amor perdido; por la guerra, por mi vida… por la tuya, gritar por el ruido, por tristeza, por amistad, por desesperación, por amor, por miles de zapatos rotos, por la música, la pasión… Hay que gritar un grito eléctrico esta noche. Gritar por el frío del invierno, el calor eterno, la risa, la muerte. Gritar hasta los límites del olvido y la ciudad, gritar por los árboles, por los amigos, por la vida. (ALBA)
EL JUEGO ELÉCTRICO
Hay algo de magnético en el juego. Como si un balón nos diera en los ojos y el calor del balonazo nos hiciera un moratón en la mirada, llena de neuronas muertas. Jugar por los partidos que ganamos, por el partido sin amarillas, por las jugadas, por los goles de gloria. Jugar en nombre de los jugadores lesionados, en los estadios de las finales; pensar en ganar y no en perder, ni en rendirse nunda, en darse la mano con los rivales al final, en llgar a ser el mejor jugador del mundo. Jugar hasta ser los campeones, hasta el límite del esfuerzo, hasta ganar el partido, hasta para darle al público un bello partido, hasta tener el “balón de oro” y “la bota de oro”, hasta ser como España, hasta tener cinco estrellas de campeones. Jugar por mí, por todos mis compañeros. (ÓSCAR)
LA VALENTÍA ELÉCTRICA
Hay algo de magnético en la valentía. Sentirse valiente ante un oso, un examen de mates, un gachó con un gancho, ante un poli, la tijera de Rajoy o un lunes. Sentir valentía en un Barça-Zaragoza, en una cueva, en casa solo, en el baño, en la escalera, en una silla, en un bosque boreal. Sentir valentía entre Zaragoza y Madrid, entre dos elefantes, entre dos matones, entre dos jefas de estudios, entre dos sierras mecánicas, entre dos bombas marca ACME. Valiente yo y valientes todos mis compañeros. (ÁLVARO)
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