Esta profesión a la que nos dedicamos está llena de despedidas y los que llevamos muchos años lo sabemos bien.
Todos llegamos con un ¡Hola! particular a los lugares, a la mente y a los corazones de otras personas y, en cualquier momento, nos marchamos con distintos adioses. Algunos adioses no los querrías escuchar o decir jamás, pero en el fondo sabemos que, sin ellos, no habría nuevos ¡Hola!. En el adiós está la bienvenida, dijo Benedetti.
Hoy nuestro instituto, y la biblioteca, se quedan un poco más vacíos porque se va José, que entre otras muchas cosas nos ayudó a que por fin funcionara el Abies para que pudiéramos catalogar, y al catalogar se pudiera tejuelar, y al tejuelar se pudieran ordenar los libros en sus estanterías, y al ordenarlos pudiéramos localizarlos fácilmente y así los pudiéramos prestar, y tras prestarlos nuestros alumnos los leyeran y así fueran un poco más felices. Los institutos son lugares de paso pero pocas personas pasan dejándonos a los demás un poquito más de felicidad en los bolsillos.
Que tengas mucha suerte con tus nuevos proyectos. Pero vuelve pronto, qué te cuesta.
En esta vida nos toca aprender de todo; también a despedirnos.
Ya sé que es muy fácil y poco comprometido opinar -aconsejar- sobre las despedidas ajenas, pero permitidme que os diga: no consintamos que una despedida se transforme jamás en un adiós.
El añorado maestro Benedetti tampoco nos dijo adiós, pues cada lectura de sus libros es un esperanzado !Hola!, y cuando terminamos de leerlo es un “hasta luego”, ya que es seguro que habrá una siguiente lectura.
se despidieron
y en el adiós ya estaba
la bienvenida
Ôno Rinka y Mario Benedetti. Consoladores haikus para suavizar las despedidas.